Tras una breve historia personal (infancia, juventud, relaciones personales y experiencias que más han marcado tu vida):
De tus pensamientos, sentimientos y anhelos más oscuros (que generalmente no se verbalizan con nadie, sino sólo con quien puede hacerse cómplice de ellos); dime cuánto lugar ocupan en tu corazón y en tu vida.
Háblame del atractivo y la seducción o el poder que las obras del mal tienen sobre ti, para doblegar tu voluntad, originalmente orientada hacia el bien (4). Háblame también de la fascinación que ejercen sobre ti algunas de sus obras, privándote de recursos frente a ellas (obligándote a realizar aquel mal que se te ofrece, sin poderte resistir a él; hallándote a ti misma como programada para llevar a cabo la maldad que dichas obras llevan consigo). Dime en qué ámbitos de tu vida, circunstancias o escenarios se da en ti esta fascinación por el mal y cuál es su objeto (la maldad a la que no te puedes resistir).
Dime si hay algún ámbito de tu vida donde tu corazón se ha rendido a la maldad (que originalmente no querías, de la que al principio eras esclava y a la que ahora te has rendido, sometiéndote a ella); haciéndola objeto de tu consentimiento, elección y deliberación; adhiriéndote a ella por cierta clase de afecto que es semejante al amor (5). Dime si reconoces en ti este amor a la maldad, que te seduce y esclaviza:
- Entregándote a ella, sin resistencia alguna, para que el mal realice en ti todas sus obras, sin límite ni freno alguno; hallando secreta complacencia en ello (como un placer solitario y destructivo de ti), aunque dañe tu integridad: física y psicológica, moral, personal y humana)
- Poniendo tu voluntad a su servicio, como instrumento (para que el mal pueda realizar por medio de ti todas sus obras, suscitándose en otros) o esclava (que hace todo lo que la maldad quiere, por quien la maldad puede realizar todos sus designios) (6).
Háblame de las emociones que acompañan el consentimiento, la elección y la deliberación del mal en tu corazón: euforia, culpabilidad identificación con la maldad (dejándose penetrar por ella, hasta ser embargada, como enajenada de sí por ella); la amnesia (que apenas recuerda lo que siguió al consentimiento y la elección del mal), la exaltación del mal (como un culto o reconocimiento cuasi religioso que la persona hace de la maldad en sí misma).
Háblame (si lo conoces) del poder que la maldad da a quien se le somete / le obedece, para despertar por su medio esa misma maldad o pasión (de la que la persona es víctima o esclava) en el corazón de los demás; presentándose a sí misma como objeto de dicha pasión o deseo, en el que desahogar y dar cauce o cumplimiento a la misma.
Dime si reconoces en ti este poder, que tiende a esclavizar también a quien lo posee, haciéndose víctima de él: tiñendo todas tus relaciones (incluso aquellas en las que no querías que esto sucediera o en las que esto naturalmente no debería de suceder) e identificándote cada vez más con el objeto de dicha pasión o deseo en la conciencia que tienes de ti, sin poder escapar de ella.
Háblame de la experiencia del mal que hay en tu corazón: como un germen concebido en tus entrañas; cuyo recuerdo permanece, no solo en tu pensamiento, sino también en tu carne; inclinándolos a ambos a aquella misma maldad que conoció (de la que fue víctima u objeto, con consentimiento o sin él), sometiéndolos a ambos a su poder y esclavitud.
Que reengendra en ti una personalidad nueva, dominada por aquella misma pasión o maldad; que se caracteriza por el amor a la misma (que de algún modo ama la maldad de la que es víctima y esclava), a la que rinde su entendimiento y voluntad. Trata de describirme cómo es esta otra personalidad, nacida de la experiencia del mal en tu corazón (en tu cuerpo o en tu alma); cuáles son sus obras, como son sus pensamientos y sus sentimientos (si los tiene).
(4) Acerca del concepto de Bien y de Mal que se usa en el texto: Se contempla como "Bien" todo aquello que es conforme al ser y la integridad de la persona y contribuye por tanto a su edificación, conduciéndola a una plenitud mayor. Se contempla como "Mal" aquello que destruye y corrompe a la persona, sembrando la enfermedad y la muerte allí donde antes reinaba la salud y la vida, sometiendo a esclavitud donde antes había libertad. Sin juicio ni valoración moral alguna sobre ambos conceptos, tratando solo de analizar toda la fenomenología de las decisiones que los rodean y que afectan a la realización de la propia persona.
(5) El amor a la maldad: Dime si reconoces en ti esta clase de afecto que es semejante al amor y tiene por objeto a la maldad, de la que la propia persona es víctima o esclava; dime en qué clase de maldad se realiza. Amor que identifica a a la persona con aquello mismo que ama, calificándola internamente: hallando su identidad en la maldad que realiza; que va unido a cierta impiedad o endurecimiento / esclerosis del corazón: ausencia de sentimientos naturales de piedad y compasión (que la persona no es capaz de tener ni siquiera para sí misma), falta de vida y humanidad (como si la persona no tuviera alma ni corazón); sintiéndote solo viva en el ejercicio de la maldad, a la vez que también menos humana.
(6) La rendición de la propia voluntad a la maldad: Lleva consigo la victimación, por la que la propia persona se entrega a sí misma a dicha maldad, que le seduce / de la que es esclava, sin límite ni resistencia alguna, para que ésta realice en ella todas sus obras; identificándose con ella, al enjugar en si misma (en su propia carne / cuerpo y alma) dicha maldad; llenándose de ella, dejándose embargar a sí misma por ella.
Lleva consigo también la instrumentalidad y esclavitud respecto de aquella misma maldad de la que se hace víctima; que pone a la persona al servicio de sus planes, para realizar todas sus obras (no pudiéndose resistir a ellas, a las que se ha rendido en su corazón), en orden a despertar dicha maldad en el corazón de los demás.
Dime si reconoces en ti esta clase de victimación (entrega sin límite ni resistencia alguna) respecto del mal que te seduce o te esclaviza, así como la complacencia solitaria y destructiva que dicha victimación lleva consigo. Dime si te has sentido alguna vez instrumento del mal para engendrarlo en otros y someter a otros a esclavitud por él; u obligada (como por una especie de imperativo interior) a hacer el mal que originalmente no querías (sin poderte resistir a él). Dime (si lo sabes) de dónde brota esta inclinación interior de tu corazón.